Hace días que no escucho mi sombra.
Tan sigilosa ella,
no quiere despertarme,
pero yo sé lo que ella desea.
Gusta de ser observada,
anhela que la atraiga hacia mi piel,
y que la bese lento, suave,
con un beso sobre la frente.
Pues sí. Mi sombra posee rostro,
manos largas como noches en vela
y piernas de aquí a la Luna.
Mi sombra es verde,
naranja, rosa,
del color de los sueños al alba.
Es hombre y mujer,
niño de diente de leche,
y en ocasiones,
anciana viuda seca de lágrimas.
Mi sombra habla por fin.
Cierro los ojos,
y la escucho.