A la deriva somos olas blancas,
ante el inmenso mar de una mirada,
bajo el roce leve de tu carne seda.
Cabe tu beso se encuentra la pasión,
con las manos te templo el alma,
contra el tiempo pierdo mi sexo.
De nuevo soy reflejo de tus lágrimas,
desde el balcón de tu pelo caigo
en la marea furiosa de un abrazo.
Entre sábanas empezamos el camino
hacia nuevas tierras indómitas,
hasta un horizonte de piel plena.
Para nosotros será siempre un juego,
por la risa, por la vida, por la muerte,
según un evangelio pisoteado.
Sin duda somos aprendices de sombras,
so pena que la noche nos alcance
sobre las ascuas del día, aún bailando.
Tras el alma me postro como sed en llamas.