Que un homenaje nunca fue tan sentido, ni unas ganas tan derrochadas. No se puede negar.
Que ya no hay sombras porque somos todo luz. Que estamos dentro del túnel y ahí nos mojamos.
Que el dolor es guardián de estas cuatro esquinas y nos lame las heridas con fauces abiertas y ojos cegados.
Que somos bellos cuando nos escondemos sobre las nubes. Y qué rápido nos quiere buscar la tierra.
Que es todo tan lento y los besos tan veloces.
Que el sueño nos vela las manos cruzadas y la arritmia de todo lo que palpita.
Que los nombres nos suavizan los huesos y nos liman los recuerdos furtivos.
Que te quedas dentro aunque abra la ventana de par en par. Que me respiras los techos del alma.
Que no es nuevo. Que es añejo este amor. Que llega cansado de vagar los siglos y los océanos.
Que quiero dormir y tus labios son mi almohada.
Montaña, leo tus poemas a mi gente y les entusiasma: hijos, amigos. Así que no es por el cariño que te tengo. Me alegro de saber que soy objetiva. Todos me dicen que escribes que «es una pasada» (éste ha sido el último comentario).