Hay un murmullo que se cuelga de las ramas
y una huella olvidada de bola de petanca.
El cielo se abre cuando cruza este oasis
y unos niños cambian su móvil por el fútbol.
Un billete falso aflora entre la arena de juego,
a salvo de las palomas y del peso del tiempo.
La duda se mece y ríe alto en el balancín,
al otro lado, sentada, la felicidad del hombre.
El vagabundo perdió también sus gafas aquí,
cada noticia en el periódico una caricia de letras.
Un café espera el vapor de la explosión del sol,
y también las mantas dobladas junto a la reja.
Los árboles se alinean para dejarnos su reposo,
variable sombra a sus pies, como el viento que me besa.
¡Maravillosa!