Ella esperaba la muerte
de aquella barra de bar.
Él traía el rojo carmín
de otros labios por besar.
Despojados de dueños,
dos almas a negociar.
La luz de sal abrazaba
sus miedos y felicidad.
Esclavos de sus manos,
la luna quisieron tocar.
Quién paga, quién cobra,
quién sufre al no amar.