Te veo

Nos parecemos en las arrugas,
en el frunce del ceño de las rabietas.
Nos parecemos en lo profundo,
en lo que ya no queda de aquella ira.
Nos parecemos en las pupilas,
no en el agua que apacigua sus orillas.

Estoy lejos, pero te miro a los ojos.
Y veo más allá.
Te veo.

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La última en irse

Soy la última en irse,
la que mira con ojos de gaviota
la tarde esconderse
bajo un manto de arena y noche.

Peleo con el agua de mar
por ver quién tiene el corazón más frío,
quién el sueño lunar,
quién el vuelo más esquivo y sublime.

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Descubrir, aprender, saber

Hoy descubrí que el ruido
es el arrullo del silencio.
Que las prisas son el mejor
abono para nuestras raíces.

Aprendí la vulnerabilidad
que nos hermana con las flores.
Que el agua es la sed pura
de la nube en mi puerta.

Hoy supe que los muros de piel
son los más difíciles de derrumbar.
Que los árboles tienen cosquillas
y los besos no dados pesan más.

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Bailar el alma

Hay algo sagrado
que nunca conocerás,
o quién sabe,
la vida te llevará
al borde del ojo
y de ahí saltarás.

Dejas poco en lo dado,
absorbes la calma
y te vas, ciego,
al encuentro del mar,
al ombligo del otro,
al espejo del mal.

Atas la intimidad
en promesas de paz,
quieres aprender
de los maestros en celo,
guardando los nudos
en tu alma mortal.

Yo amo el amor,
siento la nube al respirar,
la brisa fresca del respeto,
los dedos nuevos del rosal
que apartan las espinas
de tu suave caminar.

No llores en vano,
no profanes el altar
que mueve el mundo,
el que hace bailar el alma
entre pájaros de agua,
sin miedo al salto final.

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Apocalipsis

La ciudad se sacude
el laberinto del lomo.
Las piezas se mueven
hasta ajustar la hora.

Los edificios se derriten,
ríos de agua sobre asfalto.
Quedan solo naufragios,
los turistas del miedo.

El apocalipsis ya pasó,
el fuego duerme ahora.
Y los pájaros insomnes
buscan nidos nuevos.

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