El mapa del corazón

Necesitarás un mapa
para moverte en mi corazón.
Las calles son infinitas
y hay pocas avenidas.

El tráfico es caótico
a cualquier hora del día.
No hay semáforos, pero sí
infinidad de ceda al paso.

Pero si logras superar
el laberinto de hormigón,
encontrarás una loma verde
desde la que respirar.

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Verano

Grillos,
el aire caliente,
la piel quema la tierra.

Niños,
las madres confían
en veranos eternos.

Caos,
orden imposible
en la arena del mar.

Besos,
víctimas de la pasión,
las hormonas al viento.

Neón,
las luces rosadas
se pierden en la ciudad.

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Título opcional

Gustaba de nombrarse las cicatrices, arroparlas con letras, murmullos y música de caos. Recorrían sus yemas las orillas del dolor. Humectaba la soledad de cada día en un sobre de rutina. Disponía las voces de su cabeza en fila india frente al espejo. Enviaba a la guerra del sexo su maltrecho corazón. Sobrevivía a los estertores de amistades mortecinas. Limpiaba con su aliento el peldaño que había logrado subir. Vivía y no se dejaba vivir. Su título era opcional.

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El sillón rojo

Madrid. Una calle a oscuras. Unos árboles pelados por las garras del invierno que aún no quiere soltar su piel. Un sillón rojo. Roto. Descalabrado. Un recuerdo abandonado en la acera. Un recuerdo muerto que ahora es mío. Yo, yo le doy vida. Yo le invento una historia que no tendrá.

Un sillón rojo. Otro remanso de caos en la ciudad. Un hombre sentado al sol que espera la lluvia para levantarse y volver a su casa. A su cuarto en el que nadie le espera y donde no hay espacio para ese sillón rojo.

Ahora los transeuntes ven el sillón rojo. Miran al hombre que sentado sobre la mugre parece esperar tiempos mejores y una lluvia que empape menos. Todos miran, nadie habla. En realidad, todos hablan y son una sola voz. En verdad nadie le mira.

El hombre cierra los ojos y eleva la mirada al cielo. Un milagro, una tormenta, una sacudida que le obligue a abandonar esa falsa comodidad. Ya está durando demasiado esa paz que solo un sol así de radiante puede dar.

Las horas pasan, y no llueve. El sillón rojo se destiñe en rosa. El hombre no está. El sillón rojo ya no le recuerda.

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