Venus niña

Amas la niña en mí,
abrazo sincero de fácil sonrojo.
Carrusel de juguete
que parar a tu antojo.

Deseas la puta en mí,
locura de la rutina,
baratija hallada en el zoco,
sustancia de miel y prisas.

Anhelas la madre en mí,
virgen indispuesta y melosa,
azote de las olas ciegas,
Venus dormida bajo la higuera frondosa.

Odias lo tuyo en mí,
espejo convexo y dual,
repetición cacofónica de espacios
siempre libres, nunca igual.

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Magia

Tú y yo creamos magia.
Hacemos desaparecer el mundo a nuestro alrededor. Abrimos las ventanas del alma cuando hace frío. Murmuramos nuestros nombres cuando la multitud grita. Nos perdemos en esta ciudad y naufragamos con sigilo. Anudamos las manos a nubes que escapan.
Cegamos los pozos con nuestras risas. Reverdecemos el desierto con nuestro sudor. Nos deleitamos en las horas que el resto engulle y escupe. Escondemos el odio en el pliegue de los sexos. Inventamos un asilo para las caricias abandonadas.
Nos equivocamos y borramos las yemas de los dedos. Pintamos una sonrisa arcoíris sobre los funcionarios sombríos. Nos enamoramos de la unión del día con la noche que nos atraviesa la piel. Nos besamos el corazón y despavorida la envidia huye.
Tú y yo somos magia.

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Un abrazo

Un abrazo tiene el sonido de dos alientos y un compás de huesos.
Un baile inmóvil de células que despiertan.
Del color de unos ojos clavados en la nada.
Un techo movedizo y una cama de carne.

Un abrazo se mueve sibilino y majestuoso buscando su corona.
Se alimenta de esperas e inquietudes vanas.
Duerme desvalido, andrajoso, sediento de piel.
Ciego a las piedras y hoyos del camino.

Un abrazo ni se da ni se recibe, se contempla desde dentro.
Ajeno al amor y al odio, a rencores y amistades.
Endulzado con lágrimas que brotan de sus poros.
Se dispone a morir cumplidas las veinticuatro horas.

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