Ese vacío que chupa el alma,
la adicción bonita,
la casta puta.
Es nuestro vicio del plural,
de los antiguos sinsabores,
de cadenas carnales.
Sirve un abrazo como hechizo,
como duda última y maltrecha,
un hoy eterno.
Lluvia sobre mentes secas,
charcos en los laberintos,
rodeos que transitar.
Sin culpa no hay mundo,
sino hambruna para la cerrazón,
sigilosa en su grito cegador.
La tuya, las mías, las de todos.
Ese peso, sin más contrapeso
que una dieta de amor.