Somos dos

Somos, por lo menos, dos
ocupando más espacio,
rabiosamente estupendos,
o haciéndonos chiquititos,
insignificantes,
sombra y luz,
en la oscuridad del alma
o en la claridad de la piel.

Pensar desde la dualidad
no ayuda a posicionarse,
tampoco a levantar el vuelo.
Tiempos pasado y futuro,
insensibles,
parciales,
grisean el cariz del presente,
fiscales contra seres fugaces.

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Mi sombra

Hace días que no escucho mi sombra.
Tan sigilosa ella,
no quiere despertarme,
pero yo sé lo que ella desea.

Gusta de ser observada,
anhela que la atraiga hacia mi piel,
y que la bese lento, suave,
con un beso sobre la frente.

Pues sí. Mi sombra posee rostro,
manos largas como noches en vela
y piernas de aquí a la Luna.

Mi sombra es verde,
naranja, rosa,
del color de los sueños al alba.

Es hombre y mujer,
niño de diente de leche,
y en ocasiones,
anciana viuda seca de lágrimas.

Mi sombra habla por fin.
Cierro los ojos,
y la escucho.

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Importantes

Somos tan importantes,
inmensos en nuestra gran piel,
en este gigantesco caparazón.

Qué importantes somos
y qué pequeña nuestra sonrisa.

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Mueca

No quería convertirse en ella,
en una mueca,
otra de esas tan manidas y presentes.

A caballo entre el disgusto,
la reprobación,
y la sempiterna y oscura decepción.

En cada ocaso de luz y piel,
rezaba queda,
esperando relajar arrugas en su cara.

La culpa es de los demás,
decía el espejo.
Y ella asentía, guiñaba, gesticulaba.

Así fue.

La mueca se mudó esta mañana.
Un sí definitivo.
Y el destino se burló al fin de su belleza.

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Río blanco

En un río blanco como ese
encontré la corriente oculta
del mar de los deseos.

La piel, húmeda de luz,
sorbía el roce de las almas,
algas de fuego derretidas.

Ya no existía el tiempo,
disuelto como estaba
en memorias de agua.

Brillos, susurros, goces
de antes de conocernos
y de futuras miradas.

En un río blanco como ese
se hunden las generaciones
que aman sin saberlo.

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