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Se me olvida que todos tenemos un nombre,
no solo piel y arrugas, no solo voz.
Se me olvida que lo que nos define
son letras pronunciadas en alto.

Me llamo Adolfo,
es nombre de actor,
¿lo sabías?

Se me olvida que rara vez dejamos de actuar,
frente al espejo, frente al amor.
Se me olvida que incluso las nubes
son paisaje portátil de alquiler.

Me llamo Montaña,
es nombre de desafío,
¿te atreves?

Se me olvida que la carne está hecha de roca,
con grietas de sangre y aire puro.
Se me olvida que late el polvo
en las entrañas blancas del hueso.

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Descubrir, aprender, saber

Hoy descubrí que el ruido
es el arrullo del silencio.
Que las prisas son el mejor
abono para nuestras raíces.

Aprendí la vulnerabilidad
que nos hermana con las flores.
Que el agua es la sed pura
de la nube en mi puerta.

Hoy supe que los muros de piel
son los más difíciles de derrumbar.
Que los árboles tienen cosquillas
y los besos no dados pesan más.

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Verano

Grillos,
el aire caliente,
la piel quema la tierra.

Niños,
las madres confían
en veranos eternos.

Caos,
orden imposible
en la arena del mar.

Besos,
víctimas de la pasión,
las hormonas al viento.

Neón,
las luces rosadas
se pierden en la ciudad.

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La boca del infierno

La luna le acompaña
cuando cae la tarde.
La naturaleza sufre
el roce de su piel.

El alma se detiene
al borde del acantilado.
No es en esta vida
que se lanzará al mar.

Mientras, las olas gimen
en su sed de cuerpos.
Invocan la tormenta,
el palacio demente.

Las gaviotas en el rojo
rasgan las nubes, picotean.
Recuerdan el falso amor
escondido en las rocas.

Ya asoman las estrellas,
chispas en la noche eterna.
Ya se retiran en desorden
el viento, el mar y la muerte.

La boca del infierno quedó
muda y hambrienta.

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Es esta la noche

Es esta la noche de los aullidos,
de los huesos de leche mirando la luna
que crece, y respira, y eriza la piel.

Es esta la noche de los pasos callados,
de las risas secas bañadas en miel
que compactan olvidos y sueños lentos.

Es esta la noche de las dudas de madera,
de los adornos de moho barriendo sombras
que cubren las copas de árboles de interior.

Es esta la noche suave sin pulso,
juguete roto de un amor olvidado
que espera la resurrección de los ojos.

Es esta la noche en que ya no soy,
es el mundo dentro que inunda el cielo
con gotas de terciopelo y miradas de bien.

Es esta la noche preciosa y muda
que el niño recordará al mirar su estrella
enmarcada en dulces nubes de algodón.

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