Como árbol que se afana por vivir entre las rocas,
crezco, asciendo, buscando los claros en las nubes.
No existe el vértigo, no hay razones, solo crecimiento.
Si no hay tierra bajo mis pies, ahí pondré mi carne.
Si no es época de lluvias, usaré mis lágrimas
como manantial eterno de vida y de calma.
Me verás a lo lejos, un ikebana resquebrajado
pero en pie, en un equilibrio extraño,
sediento de uñas que rasguen su piel.
¿Es esta paz una utopía o reflejo de mi verdad?
¿Es mi piel soledad o alma de bosque?
Rocas, sujetadme las hojas antes de caer.