Nos enseñaron que no hay que volver sobre nuestros pasos,
que hay que mirar siempre al frente, hacia el futuro,
que el pasado es un río de una sola dirección
y que no somos salmones, sino hombres abocados al mar.
Pero yo no quiero ser esa rama de árbol sobre el agua
que el río en su furia lleva a su antojo de lado a lado.
Yo quiero hundirme en su líquido, apenas un latido,
quieta sobre el cauce, dejándome mojar por el ayer.
Quiero volver a esos lugares mancillados de rabia,
primero rozándolos con las yemas del pensamiento
para más tarde dibujar un corazón allá donde la herida.
Porque somos la roca, el corazón y el río. Somos el viaje.
Somos también la herida. Me encanta lo que escribiste, te agradezco por acariciar mi vida con la poesía.
Cierto. Somos la herida. Está también en nosotros dejarla fluir o no. Gracias por leer. Un saludo.
Magnífico, me gusta mucho!
Sobre todo somos el corazón para curar heridas en esos lugares de rabia que nos enseñaron a no mirar y olvidar.
Seguimos…
Muchas gracias Vicente. Es fácil no mirar atrás, pero no es la solución, hay que aprender de ello. Continuamos…