Arcilla,
salitre
y miel.
El viento
me tiene
enamorada.
Arcilla,
salitre
y miel.
El viento
me tiene
enamorada.
Es tarde
y se despereza
al compás de las corrientes de aire.
Íntimo
como una sacudida
de mar al llegar finalmente a la orilla.
Se enciende
en el roce suave
de todas las interjecciones no dichas.
Por nacer,
las miradas dudan
qué dirección tomar. Balbucean quedas.
No interesa
lo que pase después.
Nada importa si al amor le cubre la noche.
Torpes.
Somos torpes.
Muy torpes.
Somos demasiado torpes.
Ruge el roce leve del aire que danza sobre las ascuas.
Ya no queda nada de nuestra torpeza.
Y la piedra buscó otro amor.
Una sonrisa es una pared.
En la pared crecen musgos, hiedras y pájaros.
En ese muro la lluvia y sus problemas resbalan suave.
Sobre la cal mojada la risa del sol se refleja. Brilla y carcajea.
¿Vienes a quebrar la pared?
¿Vienes a abrir ventanas como dientes?
¿Vienes a airear esos ojos con tus vientos?
Llega, pues.
Pinta la máscara con trampantojos de cielo.
Haz invisible la nube en el mar de risas.
No hay muro que resista el peso del mundo.
Es difícil no enamorarse de lo que oculta una pared.
Nunca duermo sola.
Estás tú, que no estás.
Está la distancia que nos abraza.
Se quedó el último suspiro de tus ojos.
Escucharé por siempre tu silencio azul sobre mi almohada.
Estás tú en mí.
Te respiro en el horizonte.
Nunca sueño sola.