Lo que queda de esta soledad

Se me murieron todos los regazos.
Estiro la mano entre las sábanas
hasta alcanzar el vientre de la ballena,
suave, caliente, húmedo.
Me hundo.

Dos mundos discuten tras la pared;
si cierro los ojos las voces me miran.
Me hago una y fuerte con el océano feroz.
La sal conserva la memoria
de las olas.

No seré la estrella a punto de morir,
ni uno de los colores en tu iris de mar.
No seré yo quien persiga estelas de fuego,
futuros incandescentes,
signos del azul.

He dejado abierto el corazón al frío,
a quien primero quiera entrar, y arrasar
—al viento, a la lluvia, a cometas de otro tiempo—
con lo poco que queda
de esta soledad.

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Contaminación

Solo podía respirar durante la noche.
Entre velas de algodón recién lavadas
hundía su cuerpo tierno, sus poros trémulos.

La contaminación, torpe tras la ventana,
golpeaba con nudillos leves el cristal.
Nadie ya afuera para guiar el volante del miedo.

La mañana trajo una nueva máscara,
un edén florecido de plásticos y humo,
camuflaje perfecto para el camino sin destino.

La soledad, a un lado de la carretera,
imploraba autostop al sol y a la luna.
La esperanza pasó de largo entre llamas azules.

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Juego de sábanas

A la deriva somos olas blancas,
ante el inmenso mar de una mirada,
bajo el roce leve de tu carne seda.

Cabe tu beso se encuentra la pasión,
con las manos te templo el alma,
contra el tiempo pierdo mi sexo.

De nuevo soy reflejo de tus lágrimas,
desde el balcón de tu pelo caigo
en la marea furiosa de un abrazo.

Entre sábanas empezamos el camino
hacia nuevas tierras indómitas,
hasta un horizonte de piel plena.

Para nosotros será siempre un juego,
por la risa, por la vida, por la muerte,
según un evangelio pisoteado.

Sin duda somos aprendices de sombras,
so pena que la noche nos alcance
sobre las ascuas del día, aún bailando.

Tras el alma me postro como sed en llamas.

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Tierra fría

Soy dos bolsos colgados junto a la ventana, un pendiente suelto sobre la mesilla, la mitad de una foto, un mapamundi con chinchetas, cajas llenas a la espera de algún día estar vacías. Soy una capa de polvo sobre los muebles, el olor de unas sábanas, el desorden tras las puertas. Soy una serpiente a punto de mudar. Esta tierra ya se enfrió.

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Buscando la sonrisa

Llevo días buscando la sonrisa.
Entre las sábanas restos de sexo fresco,
las tragedias urbanas sobre la brisa mojada.

Desclavo de la pared mis pupilas,
cuelgo mi futuro justo ahí, ardiendo,
para que ningún ladrón ose jamás llevárselo.

Camino abajo y arriba y
el rumbo es mi sabia, tosca indecisión.
Nadie sigue a una loca que sabe donde va.

Entre adoquines, flores marchitas,
con polen seco estornudaré ahoras
que serán pasado en cuanto gire y me pierda.

El espejo vocea: «¡Ven, deprisa!
Encontré la sonrisa, tu risa, tu vida.
Asómate. Abre tu mano, acepta el regalo.»

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