Hay algo sagrado
que nunca conocerás,
o quién sabe,
la vida te llevará
al borde del ojo
y de ahí saltarás.
Dejas poco en lo dado,
absorbes la calma
y te vas, ciego,
al encuentro del mar,
al ombligo del otro,
al espejo del mal.
Atas la intimidad
en promesas de paz,
quieres aprender
de los maestros en celo,
guardando los nudos
en tu alma mortal.
Yo amo el amor,
siento la nube al respirar,
la brisa fresca del respeto,
los dedos nuevos del rosal
que apartan las espinas
de tu suave caminar.
No llores en vano,
no profanes el altar
que mueve el mundo,
el que hace bailar el alma
entre pájaros de agua,
sin miedo al salto final.