Ikebana silvestre

Como árbol que se afana por vivir entre las rocas,
crezco, asciendo, buscando los claros en las nubes.
No existe el vértigo, no hay razones, solo crecimiento.

Si no hay tierra bajo mis pies, ahí pondré mi carne.
Si no es época de lluvias, usaré mis lágrimas
como manantial eterno de vida y de calma.

Me verás a lo lejos, un ikebana resquebrajado
pero en pie, en un equilibrio extraño,
sediento de uñas que rasguen su piel.

¿Es esta paz una utopía o reflejo de mi verdad?
¿Es mi piel soledad o alma de bosque?
Rocas, sujetadme las hojas antes de caer.

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Naufragio

De putas se visten las ramas desnudas del bosque,
de meretrices las raíces olvidadas de la memoria,
expuestos quedan los pezones morados de la violencia,
y ahogadas dudarán las penas al leve roce de las yemas.

Son soledad todos estos intentos por compartir felicidad,
demostraciones de invalidez mortal, a veces tan inmoral,
a veces tan cuajadas de sonrisas, siempre la duplicidad.
Anhelo del corazón por naufragar en islas no desiertas.

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Vibraciones

Vibran las dunas
tan lejos del sol,
amantes del mar.

Sonríe el piano
al intacto sudor
de un beso de miel.

Dulces las notas
perdidas del viento,
retoños de nubes.

Vacíos perfectos,
sinónimos del más allá,
alumnos de la nada.

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Escudo inerte

El perdón viaja a través de los siglos,
cinco, seis, diez, todos los necesarios
para pagar las deudas de sangre dormidas,
atardeceres sombríos y mágicos, olvidables.

La cadena de las almas arrebatadas al cuerpo
se irguió sobre la pirámide, altar de piedra.
Desafió los reyes, los soles, la carne sagrada,
destruyó la creencia en un mundo justo.

La guerra comienza cuando se muestran los escudos,
la gloria la alcanzan los hijos de los vencidos,
sangre de una sangre perdida, lujuria de tesoros escondidos:
plumas, oro, verdes y rojas piedras brillantes en el pico.

Nadie suelta el puñal hasta que la luna pide clemencia,
hasta que los ríos bombean sangre en la diástole de la polis.
Surcos en la memoria, siembra de conquistadores.
Pido perdón por las muertes a traición, por mi escudo inerte.

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