Volaba leve sobre las baldosas.
Su mano acariciaba el aire dudosa,
rasgaba mudo el aliento del viento.
Cruzamos la esquina a la vez,
un roce de su alma me impulsó a seguir
deprisa con mi vida acelerada.
En silencio me llamó su voz,
un clamor de pupilas en mi espalda
y su cuerpo sobre el pavimento.
Acudí al epicentro de sus ojos,
a la nube verde y azul y ocre,
y hablamos de lo frágil del tiempo.
Conversamos del dolor de la vida
que le ahorramos a quien nos ama.
Conversamos toda una vida en una mirada.