Una sonrisa

Una sonrisa es una pared.
En la pared crecen musgos, hiedras y pájaros.
En ese muro la lluvia y sus problemas resbalan suave.
Sobre la cal mojada la risa del sol se refleja. Brilla y carcajea.

¿Vienes a quebrar la pared?
¿Vienes a abrir ventanas como dientes?
¿Vienes a airear esos ojos con tus vientos?

Llega, pues.
Pinta la máscara con trampantojos de cielo.
Haz invisible la nube en el mar de risas.
No hay muro que resista el peso del mundo.
Es difícil no enamorarse de lo que oculta una pared.

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Buscando la sonrisa

Llevo días buscando la sonrisa.
Entre las sábanas restos de sexo fresco,
las tragedias urbanas sobre la brisa mojada.

Desclavo de la pared mis pupilas,
cuelgo mi futuro justo ahí, ardiendo,
para que ningún ladrón ose jamás llevárselo.

Camino abajo y arriba y
el rumbo es mi sabia, tosca indecisión.
Nadie sigue a una loca que sabe donde va.

Entre adoquines, flores marchitas,
con polen seco estornudaré ahoras
que serán pasado en cuanto gire y me pierda.

El espejo vocea: «¡Ven, deprisa!
Encontré la sonrisa, tu risa, tu vida.
Asómate. Abre tu mano, acepta el regalo.»

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Postales

Hace años, una amiga empapelaba su pared con postales que le mandaban de todos los lugares del mundo. Yo contribuí lo que pude a su colección. No hace mucho se mudó a vivir con su novio y fui invitada a conocer su nidito de amor. No había rastros de mis postales, ni de las otras que antes habían cubierto el cabecero de su cama. No quise entrometerme. Sacar conclusiones es un juego que me divierte, aunque pocas veces acierte.

¿Estarían guardadas en una caja? ¿Servirían ahora de improvisado punto de lectura? ¿O formarían ya parte del ciclo del papel en algún almacén?

¿Dónde quedaron las ilusiones por conocer esos lugares? ¿Dónde el cariño y el esfuerzo del viajero por elegir «la postal» para esa persona en concreto?

Puede que sea nostalgia, puede que sea el recuerdo de postales prometidas que nunca llegaron a mis manos. Puede que en las postales llegue junto con el sello y el matasellos un pensamiento, unos minutos de esa persona y de la atmósfera del lugar mientras la esfera del bolígrafo se deslizaba en ese cuadrado en blanco. Puede que las postales sean una flor de noteolvido. A pesar de los kilómetros. A pesar de que ya no pienses tanto en mí como yo en ti. A pesar y porque este cielo, o ese rostro, o esta estación de metro, o esa catedral, o esta habitación de hotel huelen, mueren, se parecen tanto a ti o a lo que fuiste cuando te conocí.

Yo seguiré enviando postales. Y seguiré llorando al recibirlas.

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