Juntaba los dedos en oración,
la tierra removida a sus pies
de tanto pensar.
El cielo movía sus ojos de luz
arriba y abajo buscando señales,
el hábito diario.
Reía la noche, la veía dormir
acurrucada en la raíz del sauce,
nudos de savia.
Por fin llegó la hora húmeda,
oscuridad nacida para escarbar,
hierba de noche.
Para Estefanía González