Hierba de noche

Juntaba los dedos en oración,
la tierra removida a sus pies
de tanto pensar.

El cielo movía sus ojos de luz
arriba y abajo buscando señales,
el hábito diario.

Reía la noche, la veía dormir
acurrucada en la raíz del sauce,
nudos de savia.

Por fin llegó la hora húmeda,
oscuridad nacida para escarbar,
hierba de noche.

Para Estefanía González

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Nana del olmo

Niño árbol, al viento méceme
En tus ramas fuertes saltaré
Y con todo mi amor regaré
Tus pies raíz al anochecer

Silba la noche tu canción
De hojas frescas y rubor
De savia roja, manantial
Guía a las lunas a tu verde rincón

Duerme tranquilo, pequeño olmo
Tu madre nube vela tu verdor
Hasta que el alba dulce resbale en tu rocío
Y el sol se columpie en tu abrazo soñador

Para Olmo, Blanca, Joan y Silvia

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Terra nullius

He aquí un corazón virgen e inexpugnable.
Una tierra de nadie.
Un pensamiento sin dueño.
Una locura voluble y a la vez estable.
Atrapada en un hilo de aire.
Irrespirable noche sin sueño.

He aquí un vasto territorio por reclamar.
Grieta sin bandera.
Una vida a la intemperie.
Una guerra y un tratado de paz por amar.
Último superviviente sin pareja.
Infinito fabricado en serie.

He aquí un hijo transplantado de raíz.
Telepatía de viento.
Un camino solitario y curioso.
Veredas yermas, horizontes como tapiz.
Serenos los sentimientos.
A la espera de otra vida tras el pozo.

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Indolencia

Duéleme en los huesos, no en las lágrimas. El corazón pierde el paso entre dolor y dolor.
Duéleme despacio, que dure hasta la muerte. Expiran las palabras no dichas.
Duéleme en lo profundo de la piel. Donde se desvela el alma al amanecer.
Duéleme mucho, de poquito a poco. El tiempo se hunde en venas movedizas.
Duéleme con los ojos cerrados. Se refleja la noche en las sonrisas.
Duéleme en la raíz del pensamiento. Las ramas al viento no mecen escozor.
Duéleme en la niña que no sabe crecer. Olvida la cara si no llega el querer.

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