El quejido

Tiembla el mundo, alguien se levanta.
Sueña el hombre, todo seguirá igual.

Repta por los edificios un quejido ronco,
Desafía las leyes, las trampas, la gravedad,
Escupe sobre las farolas una lluvia fina de pesar.
Enemigo de las envidias, triste por edad,
Se sabe solo, ignoto, amargo, muy loco.

Pide una mano, o una sombra de cuerdo.
Espera un destello, o el final de su voz.

Asolea sus puños, siempre puestos en alto,
Desgarra las sábanas, rendiciones al viento,
Camina sobre tejas, antenas, tras los vicios de la ciudad.
Los que amó cuando niño, desnudo y lento
Devenir de ocasos y libros por escribir.

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Razón de parecer

Parece que el viento no quiere habitar este cuarto.
Evita rozar mi piel y mover mi ánimo.
Rodea las esquinas abiertas de esta morada.
Pulula y bate sus alas invisibles.
A quién contará los secretos que conoce.

Parece que el agua no quiere calar estos muros.
Besa los diques, unos ojos de mimo.
Discurre sobre el erial bañándolo de mañana.
Piensa y se secan las orillas tristes.
Y cómo aliviará la sed del que corrompe.

Parece que el fuego no quiere purificar mi mundo.
Vicia las partículas, átomos sin ritmo.
Recorre las distancias que separan nuestras almas.
Quema el destino la piel que persigue.
Cuándo renacerá el niño en la trampa hombre.

Parece que nada quiere ser hoy.
Parece que todo es coartada y fin.

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