Elogio del deshacer

Mi mundo interior es un desierto.
Mi mundo interior no tiene olas.
Ni capullos, ni libélulas.
Mi mundo es un erial.

Renacuajos, paz, sol bajo las piedras.
Se impone fuera un eco de grillos,
un verano que se agota,
la fatiga al respirar.

Desayuno con licor las prisas de ayer.
Nutro mi corazón, que no sabe de horarios.
Hoy no haré nada,
hoy dejaré de latir.

De repente, la voz del último silencio.
El deseo de todo y nada, súbitamente.
Ansia por deshacer
todo lo por vivir.

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No hay nubes

Porque estás en todas mis ciudades.
Porque cambias todas mis latitudes.
Grita el aire que ya viviste este tiempo.
Se quiebra la piedra que nunca pisaste.

¿No ves que ya me viviste?
¿Aún no sabes cómo amarme?

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Ausencias

Cada cierto tiempo, el mar deja de supurar por sus heridas. Es cuando da la bienvenida al dulce río y a las lágrimas de los navegantes. Entrelaza sus corrientes y barre el fondo abisal.

El mar, panza arriba, mira el Sol, y lo desafía con su brillo de espejo. Guiños, verdades, mentiras que las gaviotas toman como señal. Hay que lanzarse. No se puede vivir de espaldas al mar.

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