Conversamos

Volaba leve sobre las baldosas.
Su mano acariciaba el aire dudosa,
rasgaba mudo el aliento del viento.

Cruzamos la esquina a la vez,
un roce de su alma me impulsó a seguir
deprisa con mi vida acelerada.

En silencio me llamó su voz,
un clamor de pupilas en mi espalda
y su cuerpo sobre el pavimento.

Acudí al epicentro de sus ojos,
a la nube verde y azul y ocre,
y hablamos de lo frágil del tiempo.

Conversamos del dolor de la vida
que le ahorramos a quien nos ama.
Conversamos toda una vida en una mirada.

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Mediodía en el parque

Hay un murmullo que se cuelga de las ramas
y una huella olvidada de bola de petanca.

El cielo se abre cuando cruza este oasis
y unos niños cambian su móvil por el fútbol.

Un billete falso aflora entre la arena de juego,
a salvo de las palomas y del peso del tiempo.

La duda se mece y ríe alto en el balancín,
al otro lado, sentada, la felicidad del hombre.

El vagabundo perdió también sus gafas aquí,
cada noticia en el periódico una caricia de letras.

Un café espera el vapor de la explosión del sol,
y también las mantas dobladas junto a la reja.

Los árboles se alinean para dejarnos su reposo,
variable sombra a sus pies, como el viento que me besa.

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Bruma

Esta bruma de no tocarnos
porque una pantalla nos separa.
Tan cerca las yemas de ser caricia,
tan lejos ya los anhelos duermen.
Es noche entrada y nada queda
de esas ilusiones que me sonreían.
Falta mucho para la mañana,
cabe aún otro sueño en este vacío.
De mi parte solo hay carne fresca,
delicia para buitres insomnes.

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Alborada

Duerme la aurora acurrucada en mi almohada
Me inunda con sus rayos, me ve desmejorada
Llora lágrimas lentas, suaves, esperando la alborada
La beso, me mojo, un sonrojo en mi tez helada

Sigue mi camino de sueños, toda alborotada
Una niña visionaria, una rayuela atolondrada
¿Y si pudiera llevarla conmigo?
Toda la fe que detesto es la que me sirve de abrigo

Ni el Bien ni el Mal me perdonaron no ser sus amigos
La soledad, la gravedad, son siempre mi destino
Días sin luz, noches encendidas iluminan mi castillo
Allá mis vísceras, mis despojos, cuelgan de tu pico

Damisela de rizos, desciende de la noche cabalgadura
Suelta las riendas de la bestia, los hilos de seda, las ataduras
Asómate al espejo de otros ojos, al abismo de las conjeturas
Solo ahí, sobre un manto de margaritas, serás pura

El beso que el pétalo le roba al rocío, excelsa caricia desnuda
Destroza los parámetros volubles, es alquimia que cura
Un alma, dos almas, un millón de almas, lo que abarca el mundo
En su ir y venir entre galaxias perdidas, en su viaje iracundo

¿A dónde vas, muchacha, con las pupilas siempre en lo profundo?
Tu vida se puede quebrar en el espasmo de un segundo
Así que elige un tono de verde con el que tapizar la sombra del muro
Resguardo de tu lecho mortal, huerto de todos los poemas tuyos

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Testamento

En mi testamento dejaré
todas las palabras que no quisiste oír,
todo el sudor de mis uñas
y las lágrimas de mi vientre.

Todo lo que puedo legar
cabe dentro de una caricia palpitante,
una armadura de piel,
un eco de buenos días.

Mi última voluntad será
que tu silencio escuche mi postrer aliento,
viento de flores caducadas
en jaulas doradas por el sol.

En mi próxima vida veré
el fondo del mar que no me atreví a cruzar,
los tesoros ocultos detrás
de la sombra de tus ojos.

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