Dejá de mirar que te miro.
Dejá de susurrar, ventrílocuo feroz.
Las calles presienten tu vuelo,
un tornado de letras al viento.
Ya no te miro más, ta.
Te dejo con tu desnudez de brisa leve.
Así aún, ¿me permitís secar tus ojos?
Dejame llevar tu bruma en mi pañuelo.