Búho

Regreso volando silenciosa como un búho. Canciones nuevas coquetean entre mis alas. Llevo la camiseta de entonces, pero ya no soy la misma. Nadie lo es. Ni siquiera el recuerdo. Palpitan en mí las palabras que nos acercan, el juego de espejos, de tu dolor, de las traiciones, del insomnio, de las cadenas del pasado. Paso de puntillas junto al primer abandono. De una puerta en desuso una mano asoma alicaída de una cobija. Dos pasos más allá la luz cegadora de la tortilla española y las croquetas al por mayor. El tumulto y la vida se quedan dentro.

Vuelo bajo. Contemplo unos turistas felices tras el atracón de jamón, ignorantes de la quietud y el silencio del hombre en el saco. Yo misma casi no le veo, otra pieza más de mobiliario urbano cubierto de carne y telas en el garaje. Mi mente se vuelve pausa, como mi corazón, que busca un motivo para continuar su aleteo feroz. Y no lo encuentra, pero aún así continúo. Un ave zombie con lágrimas en el borde de las pestañas, en lucha con el viento fresco de la noche.

Sigo hasta el atrio de los hombres crisálida. Bajo la luz del Reina Sofía la estampa me sacude y rompo a llorar. Por fin nos encontramos, su desamparo con el tuyo y con el mío. Es el delta donde confluyen nuestros miedos. Sé que nos desconoceremos hasta que logremos mirarnos a los ojos. Será ahí, en lo profundo de nuestras pupilas, donde hallaremos la casa.

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Torpes

Torpes.
Somos torpes.
Muy torpes.
Somos demasiado torpes.

Ruge el roce leve del aire que danza sobre las ascuas.
Ya no queda nada de nuestra torpeza.
Y la piedra buscó otro amor.

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Quimo

Todo da vueltas, gira y gira, excéntricamente.
No tiene sentido volver a lo no dicho,
hay que regresar
al pensamiento.
A las ideas.
Es en estos silencios
que el vórtice recupera su fuerza.
Dejo de tragar saliva, no queda nada fuera.

Cada dolor llega con un vocabulario propio.
De informe, a uniforme, a leve brisa de aire.
Quien lo desee puede
cogerlo por el centro,
aprehenderlo.
Aprender a procesar
el miedo que nos recorre las venas,
la memoria de la sangre de los que se fueron.

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Viejos amigos

Crecieron dedos en mi pelo.
Una suerte de viejos amigos,
caricias impuras,
llagas de agua.

Regresaron pensamientos ciegos,
añoranzas de colores grises.
Saludaron y, en silencio,
sacudí mi cabeza.

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Frío

Todo está frío.
Cada poro con su gota.
Cada gota con su temblor.

Me sumerjo.
Los latidos nadan libres
y los peces besan mis miedos.

Abro los ojos.
Busco el último color de la tarde.
La luna vigila ya entre los pinos.

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