Silencio

La casa se construyó alrededor de un patio. El patio no existió hasta que se elevaron los muros a su alrededor. El cuerpo quiso abrazar esos muros y nombrarlos hogar. Las paredes gemían cuando el viento quería invadir su espacio secreto. La ausencia lloraba sobre la fuente del patio cuando cesaba la lluvia. La orquesta tocaba frente a la puerta y acentuaba los anillos en la madera.

¿Dónde vives, silencio? ¿Dónde naces? ¿Dónde mueres?

En cada casa, en cada patio, en cada muro.

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Amor dice

Amor dice que echa de menos estar dentro de mí.
Amor sueña con verse reflejado en mi sonrisa.
Amor quiere volver a tocar a través de mis manos.
Amor anhela saberse imprescindible.

Amor, ya no me uses más. Yo jamás te dejé olvidado en el cajón de los calcetines. No me reproches, no me grites, no me hables, no me susurres al oído. Busca otro cuerpo, otra mirada hecha túnel, otra luz al final de otro amor. Pierde el tiempo en otro laberinto. Derriba otro muro virgen. Sigue la estela de cualquier lágrima. Déjame sola, vacía, informe. Suéltame tal y como me encontraste.

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Sinécdoque

Que levanten la mirada los tímidos.
Que paren de hablar los cínicos.
Que se bajen los que ya llegaron a la cima.
Que amen los que aprendieron a pestañear.
Que silben los que hierven la sangre.
Que se mueran los fantasmas.
Que me callen con un beso.
Que canten los latidos y sus pausas.
Que sean felices los días sin noches.
Que me nublen la mirada los que lloran.
Que pesquen sueños de mis venas.
Que sean los que no están.
Que me abran de un portazo.
Que salga volando esta soledad.
Que me desveles con un abrazo de cenizas.
Que me muerdas los porqués.
Que descansen los sofás.
Que me pierdas y te encuentres.
Que sí porque no existen los quizás.
Que me dejen un yo nuevo sobre la mesilla.
Que respiren hasta que los pulmones se encharquen.
Que ya porque no serás tú.

Tan poco tú.

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Especial

¿Cuántas veces hemos confundido el querer a alguien con el esperar que ese alguien nos haga sentir especial?

El ahora te quiero, ahora ya no. Dicen que el amor es un mar de dudas. O sobrevive en él. No, es un vaivén. Es mirar a los ojos y no marearse mientras el agua en su arrastre se lleva las lágrimas de nuestros pies.

¿Por qué yo? ¿Por qué ahora? ¿Por qué ya no? ¿Por qué no dura más? Porque sí se estira, pero como el chicle pierde su sabor.

¿Qué buscamos en el otro? ¿Perder un poco de vista nuestro yo? Cerrar los ojos y reflejarnos en un espejo alucinante, un espejo que no sabe de edades, de arrugas, de defectos. Un espejo que nos acaricia la autoestima. Que nos lame la sinrazón. Y no hay un por qué.

Hoy te envuelvo con mi alma. Mañana seguramente te dará demasiado calor. Pasado mañana me pedirás que deje mi alma a tus pies. Y yo la doblaré, y la apoyaré sobre la mesilla. Seré solo cuerpo mientras dure el amor. Y al día siguiente me dirás que te falta luz. Desdobla tu alma, me dirás, y cúbreme con ella los poros abiertos para que no sangren más de frío mundano. Y yo la desdoblaré cuidadosamente y me cubriré con ella hasta hacerme invisible. Otra vez. Como cuando no había luz. Como cuando yo no.

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Mala memoria

Tengo un cuervo que en cada nuevo amanecer hinca su pico en mi cerebro, escarba, voltea, embarulla; con ganas o indolentemente, pero siempre a la búsqueda de ese recuerdo que se ha ido escurriendo hacia abajo, al fondo olvidado de entre toda la maraña. Estabas aquí, dice. Sal, no te escondas. Hoy es tu día. Brilla.

Los hay pesados como una lápida y livianos como nube de cielo de verano.

No hay dos iguales, pero pueden salir de dos en dos, encadenados como estaban por su tiempo o por su espacio.

El cuervo gusta de sacar primero los de tonalidad ocre, o quizás los de un sepia apolillado. Los deposita sobre la cornisa para que los elementos les devuelvan la emoción, un calor y olor perdidos. Él llama a este momento el baño de la memoria. Nadie se puede acercar a este improvisado altar sin marcharse con unos merecidos picotazos. Nadie nunca se ha podido llevar estos recuerdos en coma a otro cuerpo o a una caja llena de cartas y fotografías desvaídas.

Por ejemplo, hoy el cuervo encontró un recuerdo feliz aunque amarillento. Una sombra en un camino de tierra. Unas ruedas, unos brazos aferrados a un manillar, otras manos sujetando la rueda trasera, o ¿la estaban impulsando? Una sonrisa y una nueva libertad.

El recuerdo volvió a brillar como el sol de esa tarde estival. Y volvió a morir, como murió esa niña que tontamente se olvidó de mirar a la cara a quien le enseñó a montar ese día en bicicleta.

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