Invierno

Me siento con las hojas,
secas y húmedas
a partes iguales.

El otoño se retuerce
en sus comisuras.

No hubo delito,
no queda savia en sus venas.

La suerte no es
de las que aun cuelgan,
funambulistas del viento.

Es de las que juegan
con mi pelo.

Improvisada
diadema de colores.
Bienvenida al invierno.

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Alfombra roja

La alfombra roja se hace camino cuando se pisa. Mi sueño es encontrar una persona así, alfombra roja, una reluciente e impoluta, lista para ser caminada. Que me diga que me suba a unos tacones de vértigo y que la recorra. —Así disfrutarás más—. Pero yo eligiré sentir el tacto mullido y obsceno de mi pie desnudo sobre su piel de sangre. Mis pisadas no dejarán huella. El rojo en cambio me inundará. No me moveré. Cerraré los ojos y respiraré la carne que se me ofrece. —Túmbate sobre mí—. Me arrodillaré y la besaré como navegante a tierra firme. —Tienes quince minutos, luego dejarás este lugar a otra—. Y lloraré, y patalearé, y gritaré hasta hacerme diminuta, insignificantemente grana. Una gota oscura. —No te vayas—. Me entretejeré entre sus nudos. Me perderé para siempre. Testigo mudo de nuevas pieles, de otras carnes, de otros silencios, de otras bienvenidas. —Tu tiempo acabó—. De otras estancias efímeras.

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