Hay un calor que derrite las venas,
un amor caliente que nos enreda.
Somos tú y yo.
Al dente.
Hay un calor que derrite las venas,
un amor caliente que nos enreda.
Somos tú y yo.
Al dente.
No puedo dormir.
Es triste, pero no puedo dormir.
El mundo afuera vibra, y bebe.
Y yo aquí dentro, buscando el principio del fin.
No puedo dormir.
Insomnio ya, unas nubes roncan
Sobre mí a toda velocidad.
La tinta corre y deshace los sueños que no serán.
No puedo dormir.
Duele tanta consciencia.
Duele que me falta demencia,
Una excusa por inventar para llevar a urgencias el corazón.
No puedo dormir.
Soy transparente y engaño
A la noche, a las sombras, al yo,
Al sol que me negó su voluntad de calor, y de frío me hirió.
No puedo dormir.
Soy básica, universal,
Mujer soñadora de piel.
Esperaré a que todos seamos translúcidos, esperaré al día llegar.
Tarde de domingo. Sobremesa. Bajo lámparas de luz difusa.Terciopelo rojo nos acoge. Una música que cesó en el tocadiscos nos mece.
Yo me muerdo las ganas de dormir mientras me aferro a tu nuca.
Tú me llevas atrás en el tiempo como buen trovador aventurero.
Este lugar es nuestro aunque esté repleto de otras almas y más miradas.
Dos cafés. En dos tiempos. Dos vacíos. A dos calores. El color se queda dentro. El amor se empeña en besar el vidrio.
Despertó en el otro lado de la cama. Estiró su brazo izquierdo y allí estaba: la tibieza en las sábanas de horas oscuras de dos cuerpos abrazados. La luz del sol entraba por el este y por el oeste. Rayos reflejados en un caleidoscopio infinito de superficies. La lámpara se balanceaba suavemente hacia la puerta y de vuelta hacia la ventana. Estiró las piernas y el gurruño de cobijas cayó al suelo. Se palpó la piel en busca del epicentro de ese dolor. Ahí estaba, irreconocible apenas entre todos los temblores y espasmos. Se levantó y miró por última vez ese espejo frente a ella. Cual serpiente se arrastró sobre piedras conocidas e intentó mudar de piel. Solo consiguió dejar atrás unas sábanas viejas. Aún hoy estira la mano al dormir en el otro lado de la cama buscando algo de calor.
¿Cuántas veces hemos confundido el querer a alguien con el esperar que ese alguien nos haga sentir especial?
El ahora te quiero, ahora ya no. Dicen que el amor es un mar de dudas. O sobrevive en él. No, es un vaivén. Es mirar a los ojos y no marearse mientras el agua en su arrastre se lleva las lágrimas de nuestros pies.
¿Por qué yo? ¿Por qué ahora? ¿Por qué ya no? ¿Por qué no dura más? Porque sí se estira, pero como el chicle pierde su sabor.
¿Qué buscamos en el otro? ¿Perder un poco de vista nuestro yo? Cerrar los ojos y reflejarnos en un espejo alucinante, un espejo que no sabe de edades, de arrugas, de defectos. Un espejo que nos acaricia la autoestima. Que nos lame la sinrazón. Y no hay un por qué.
Hoy te envuelvo con mi alma. Mañana seguramente te dará demasiado calor. Pasado mañana me pedirás que deje mi alma a tus pies. Y yo la doblaré, y la apoyaré sobre la mesilla. Seré solo cuerpo mientras dure el amor. Y al día siguiente me dirás que te falta luz. Desdobla tu alma, me dirás, y cúbreme con ella los poros abiertos para que no sangren más de frío mundano. Y yo la desdoblaré cuidadosamente y me cubriré con ella hasta hacerme invisible. Otra vez. Como cuando no había luz. Como cuando yo no.