Cada canción es un pedacito de alma dedicada. Al amor, al horror, al error.
¿Quién te dedicará una canción, amor mío?
¿Quién juntará las rimas que avivan tu corazón?
El fuego siempre está por hacerse, nunca se termina. Déjame ser tus ascuas, reminiscencias de luces lejanas. Quemar las fronteras que separan las manos. Juntarte los labios con palabras recién recogidas de mi lecho. Beber las melodías que brotan de tu pecho. Dormirnos las espirales hasta que se estiren en luz y camino. Déjame ser tu cuaderno de notas rasgadas y disonantes. La inconclusión de todas tus historias proyectadas. Déjame ser borrador, boceto, esquema, esqueleto y proyecto. Déjame ser el fuego fatuo sobre tu tumba.