Vida diamante

No necesitaré ruedas
para alejarme del miedo.
No necesitaré alas
para cubrir estos anhelos.
Ya están mayorcitos,
y el abismo con su ceguera les mostrará el camino.

El hilo que nos unía
perdió uno de sus cabos.
La vida diamante
volverá a su meteorito.
Lo tenso no sabe morir,
ni los vivos sabremos nunca arrancarnos el corazón.

De todos los insultos
recordaré los que callaste.
Así todos los besos
hallarán su espejo deformador.
Cóncavos y convexos, los sexos beberán gasolina hasta saciarse.

Nota mental: mojemos todas las cerillas.

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Agujas

Pido disculpas por atrasado,
porque la ceguera se elige
y derrochar luz es pecado.

Junto las manos en el pasado,
trenzo ayeres en su urdimbre.
Mi alma se moja, enfila el ojo.

Pincho, sangro, muero un rato.
La mentira, sin escapatoria,
rompe en su estampida el espejo.

Despierto nueva, a un lado
la verdad sueño se extiende,
arrastra las agujas y la sangre.

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Mueca

No quería convertirse en ella,
en una mueca,
otra de esas tan manidas y presentes.

A caballo entre el disgusto,
la reprobación,
y la sempiterna y oscura decepción.

En cada ocaso de luz y piel,
rezaba queda,
esperando relajar arrugas en su cara.

La culpa es de los demás,
decía el espejo.
Y ella asentía, guiñaba, gesticulaba.

Así fue.

La mueca se mudó esta mañana.
Un sí definitivo.
Y el destino se burló al fin de su belleza.

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Bailar el alma

Hay algo sagrado
que nunca conocerás,
o quién sabe,
la vida te llevará
al borde del ojo
y de ahí saltarás.

Dejas poco en lo dado,
absorbes la calma
y te vas, ciego,
al encuentro del mar,
al ombligo del otro,
al espejo del mal.

Atas la intimidad
en promesas de paz,
quieres aprender
de los maestros en celo,
guardando los nudos
en tu alma mortal.

Yo amo el amor,
siento la nube al respirar,
la brisa fresca del respeto,
los dedos nuevos del rosal
que apartan las espinas
de tu suave caminar.

No llores en vano,
no profanes el altar
que mueve el mundo,
el que hace bailar el alma
entre pájaros de agua,
sin miedo al salto final.

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Mujer, día y noche

Llegó el día en que el espejo no alcanzaba,
tan lleno de risas estaba.
Rebosaba la felicidad como río de plata.

Llegó la noche sublime de luz infinita,
sueños de hielo embravecido.
Ceguera sorda de los mil colores.

Llegó la mujer, una criatura sin rostro,
y se miró en el espejo vivo.
Deseó ser feliz con esas migajas.

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