Lo que queda de esta soledad

Se me murieron todos los regazos.
Estiro la mano entre las sábanas
hasta alcanzar el vientre de la ballena,
suave, caliente, húmedo.
Me hundo.

Dos mundos discuten tras la pared;
si cierro los ojos las voces me miran.
Me hago una y fuerte con el océano feroz.
La sal conserva la memoria
de las olas.

No seré la estrella a punto de morir,
ni uno de los colores en tu iris de mar.
No seré yo quien persiga estelas de fuego,
futuros incandescentes,
signos del azul.

He dejado abierto el corazón al frío,
a quien primero quiera entrar, y arrasar
—al viento, a la lluvia, a cometas de otro tiempo—
con lo poco que queda
de esta soledad.

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Frío

Todo está frío.
Cada poro con su gota.
Cada gota con su temblor.

Me sumerjo.
Los latidos nadan libres
y los peces besan mis miedos.

Abro los ojos.
Busco el último color de la tarde.
La luna vigila ya entre los pinos.

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Cae la nieve

Cae la nieve.

Hojas en blanco que nadie escribirá.
El frío se peina las huellas resecas.
En la noche la tierra busca a tientas
al poeta ciego que escriba su alegría.

Gime la luz.

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La última en irse

Soy la última en irse,
la que mira con ojos de gaviota
la tarde esconderse
bajo un manto de arena y noche.

Peleo con el agua de mar
por ver quién tiene el corazón más frío,
quién el sueño lunar,
quién el vuelo más esquivo y sublime.

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Los ojos del río

Niña, te tomo prestada la palabra,
la vista, el oído y el corazón.

Ya sé que no es este tu río,
lo sé, tú nunca tuviste uno.

Pero niña, ayúdame si puedes.
Cierra los ojos, sumérgete aquí.

¿Qué ves? Anda, niña, quiero
bañarme en tu limpia mirada.

«Veo un río de estrellas».
¿Solo, mi niña? No me hagas sufrir.

«No, no temas, no lo haré…
Escucho grillos en la lejanía.

Dentro del río olor de adelfas,
gotas de néctar sobre mis dedos.

Siento una mano en la mejilla,
el principio de un abrazo.

Un dedo me indica abajo un carro,
mas prefiero unir las líneas de mi mano.

Hace frío aquí en el manto de luz y
me hago chiquita hasta ser solo grito.

Alguien volvió a pedir un deseo,
todo se alborota y se mueve veloz.

¡Ah! Mira qué guapa se puso la luna.
El viento cesó, ella se mira en el río.

Se terminó el abrazo, ya me diluyo.
Salgo del río, mi madre me seca».

¿Es eso todo lo que ves, niña mía?
«Sí, ya mi corazón contigo regresó».

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