En el filo

Una sonrisa no basta para evitar el desencanto
Dibujos en el aire cargado de humo y carmín
El ensueño de saberse libres solo dentro
Las máscaras poliédricas de la ceguera.

Gime más fuerte, vida, hasta el orgasmo
Que se escandalicen los vecinos enfrente
Desgarra las cortinas de luz triste
Derrota las pequeñas muertes cada vida soñada.

En cada puerto dejamos una victoria
En cada gemido olvidamos lo que no seremos
Unos pájaros en busca de nubes azules
Espejismos de aire en caída libre.

Ya nos corta el filo del abismo la córnea
Funambulismos visuales, refranes ópticos
Perjurios de la rabia incandescente
Subidas y bajadas en mareos exquisitos.

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Sudores

Esta no es una historia, este es un río que no tiene cauce. Una nube de vapor que se posa igual sobre una flor que sobre un perro. Esta es una gota informe. Es un aliento mortal y primigenio. Es la resaca de una vida por desahuciar. Es el durante que encierra un gemido. Un alarido húmedo de entrañas esparcidas sobre el lecho, listas para ser destino y lectura y comida para almas carroñeras. Este es un sudor licuado de piel.

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Equilibrios

Cuando no sabes por dónde empezar, lo primero que hay que hacer es mirar lo que se encuentra bajo tus pies. ¿Es el suelo una cuerda, un hilo de metal, un tejado, una nube, un camino, un río, un cuerpo sin vida?

Ahora abre los ojos. Ese suelo de madera, de gres, de cemento o esa hierba artificial, ¿te dan seguridad?

A mí la seguridad me la da mirar hacia mi brazo y mi mano extendidos y ver que no tiemblan. Sentir que puedo acumular muchas lágrimas mientras dibujo una sonrisa. Es pasarme horas deshaciendo nudos en el estómago. Cantando quedito. Mascullando mantras que invento solo para mí. Nanas de ultratumba como corteo fúnebre.

Luego viene abrir la ventana, dejarme inundar por el río de sonidos de la ciudad. Pienso que ninguno de esos ruidos lleva mi nombre y súbitamente todo es silencio. Sin embargo, una melodía permanece. Es una composición que varía de vez en vez, formada por todos los gemidos que mi piel puede recordar. Hay nuevos, viejos. Y cuando resuena, lugares en mi cuerpo erizan sus vellos como banderas plantadas reclamando su patria. Un roce, otra caricia, y amarán otro país, otro recuerdo, otra piel.

Miro hacia abajo y veo las copas de los árboles. Abro los ojos y veo mi delgado alambre de funámbula, y aire.

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