Desnudo de toda religión,
Rocco se viste y acicala de oro.
Camina compungido
sobre decenas de hombros.
No le queda amor
ni le faltan pestes que curar.
A pesar de la atención,
está solo y desamparado.
Y sueña con desesperación
otra lengua para sus heridas.
Me dieron tu imagen, Rocco,
hace ya un año, o quizás más.
Y hoy te invoco, lúcida,
por alguna misteriosa razón será.