Tengo problemas

Tengo problemas.
Tengo una nube gris en el pecho.
Tengo una voz que no llega al techo.
Tengo dramas.

Soy un país triste.
Soy una tierra dañada y débil.
Soy un lastre enfermo, febril.
Soy un chiste.

Quiero un milagro.
Quiero la catarsis del aire de los pobres.
Quiero la erosión de los viejos valores.
Quiero lo sacro.

Share Button

Un abrazo

Un abrazo tiene el sonido de dos alientos y un compás de huesos.
Un baile inmóvil de células que despiertan.
Del color de unos ojos clavados en la nada.
Un techo movedizo y una cama de carne.

Un abrazo se mueve sibilino y majestuoso buscando su corona.
Se alimenta de esperas e inquietudes vanas.
Duerme desvalido, andrajoso, sediento de piel.
Ciego a las piedras y hoyos del camino.

Un abrazo ni se da ni se recibe, se contempla desde dentro.
Ajeno al amor y al odio, a rencores y amistades.
Endulzado con lágrimas que brotan de sus poros.
Se dispone a morir cumplidas las veinticuatro horas.

Share Button

Segundo piso

Era un rellano muy transitado. Ocho ojos, cuatro puertas. Ella bajaba su soledad a pasear. Él subía a tender sus retales de alma al sol.

La rutina que descendía por los peldaños esperaba paciente en el zaguán a que alguien le abriera la puerta para escapar calle abajo.

Ella miraba sus pasos acompasados. Él clavaba la mirada ansiosa en el techo. Se olisqueaban sin querer al cruzarse en el rellano.

«¿Me enciendes la luz de la escalera cuando se apague, por favor? Llevo las manos llenas de tanto pesar».

«Claro», dijo ella. «Espera que suelto el mío».

Y se miraron por primera vez. En el segundo piso.

Share Button

Labios como almohadas

Que un homenaje nunca fue tan sentido, ni unas ganas tan derrochadas. No se puede negar.

Que ya no hay sombras porque somos todo luz. Que estamos dentro del túnel y ahí nos mojamos.

Que el dolor es guardián de estas cuatro esquinas y nos lame las heridas con fauces abiertas y ojos cegados.

Que somos bellos cuando nos escondemos sobre las nubes. Y qué rápido nos quiere buscar la tierra.

Que es todo tan lento y los besos tan veloces.

Que el sueño nos vela las manos cruzadas y la arritmia de todo lo que palpita.

Que los nombres nos suavizan los huesos y nos liman los recuerdos furtivos.

Que te quedas dentro aunque abra la ventana de par en par. Que me respiras los techos del alma.

Que no es nuevo. Que es añejo este amor. Que llega cansado de vagar los siglos y los océanos.

Que quiero dormir y tus labios son mi almohada.

Share Button

Mi lugar de pensar

Puedo pasar horas pensando en el mejor lugar para pensar. Abro cajones, ventanas, puertas, y siempre hay algo. Algo que ocupa ese lugar para pensar.

Cierro los ojos, apago la música. No, ahí está el vecino que arrastra la silla. La discusión en el bar de enfrente. Ahí sigue la vida haciendo ruido. Ahí sigue ocupando sitio. Mi sitio para pensar.

Me pongo la cazadora y salgo a la calle. Todo se mueve. Camino hasta el puente. Aquí todo se magnifica. El cielo es más grande, las lágrimas caen a un caudal mayor, los pensamientos vuelan y se posan sobre las copas de los árboles allá abajo. ¿Será ahí dónde podré pensar en paz?

Al fondo se funden los niños en patines con las abuelas con los codos enredados. Miro mis manos, ya no tiemblan. Separo los dedos todo lo que puedo, los estiro dejando escapar rayos imaginarios por mis uñas. Aflojo. Observo el suelo entre mis falanges hasta que se convierten en finos hilos.

Durante lo que me ha parecido un segundo eterno el mundo ha parado su respiración y he escuchado la mía propia. Este debe ser mi sitio, pues. Arranco del banco en el que estoy sentada unas teselas de color.

Regreso a mi calle. La televisión de mi vecino me recibe nada más poner un pie en el zaguán. Hay olor a incienso, a coliflor cocida y a café. Abro la puerta de mi casa, sonrío, el aroma a café es mío. Me tumbo en el sofá. Clavo la mirada en el techo, luego en las piedras de colores, todo se apaga. Y pienso.

Share Button