Debilidad

Duda de un amor que no esté preñado de dudas
Duda de ti si no eres un cobarde
Limpia la cama de malos sueños
Abrígala con tu sangre y con tu cuerpo

El alma es fuerte, el cuerpo es débil
Así debería ser, mas nadie es fuerte
Ni siquiera la longitud de un abrazo

¿Por qué no eres más clara con la vida?
Porque le contesto en su lengua de neblina
Y combatimos fríos nuevos con fuegos antiguos

No voy a parar de juntar letras
Hasta que trepen al cielo y su aleteo
Seque cada una de mis lágrimas
Fin de mis días, hábito de mis noches

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Era el árbol más bonito de toda la montaña

Era el árbol más bonito de toda la montaña.
El más inquieto en su reposo.
El más robusto en su debilidad.
El más humilde en su sabiduría.
El más delicioso en su paraíso.
El más libre en sus raíces.
El más antiguo en su inocencia.
El más frondoso en su desnudez.
El más suave en su coraza.
El más alto en su mocedad.
El más brillante en su sombra.
El más huracanado en su respirar.
El más liviano en su ramaje.
El más auténtico en su mentira.
El más anárquico en su ecosistema.
El más ateo en su sacralidad.
El más recto en su declinar.
El más excéntrico en su perfección.
El más hospitalario en su nido.
El más líquido en su corazón.

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Un, dos, tres, colapso

El colapso siempre llega antes de que el diez aparezca en el horizonte. En nuestra boca, en nuestras fuerzas, en el corazón. Somos seres débiles y colapsamos cuando más seguros estamos.

Hay colapsos regresivos que nos impiden llegar a la meta, al uno. A la unión. Al ego. Al yo. Al tú. Al éxtasis.

Los hay disléxicos, danzarines, saltimbanquis, de los que se paran sobre los errores del camino, no atinan con el orden y nos ponen perdida la razón y la lógica. Pero siempre llega, el colapso.

El colapso no sabe bailar pero te lleva bien sujeto de la cintura. Te sacude y cimbrea de lado a lado hasta que caes como ficha de dominó.

Hace falta otro colapso para sacarnos del colapso. Algunos necesitan un terremoto, otros una tormenta, y a otros les basta el roce de una lágrima.

Está dormitando mi colapso. Le echo de menos. Voy a empezar a contar: un, dos, tres…

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Hija de alguien

Lo de siempre, lo de nunca.
Lo que dije, lo que no sentí.
El abrazo que esperé, el muro que construí.
La herencia genética, las diferencias resaltadas.
El amor entregado, la debilidad hecha furia.
Los gritos aullados, la cadencia interrumpida.
La mirada altiva, el espejo roto.
La palma abierta, el dedo acusador.
Una carta abierta a mi padre, una declaración de intuiciones.

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