Jardín secreto

Se enredan las noches
en el perfume de los días.
Paseo de incógnito mis huellas
hacia el recodo más umbrío.

Me encierro allí, donde
la libertad es más húmeda,
donde raíces acarician mi pelo
y calman mi insomnio.

Son ya varias veces
que regreso fiel a mi cita
en el jardín secreto, a charlarme
hasta quedar dormida.

Es tan bello este sueño,
verde, tan fresco el crepitar
de lágrimas sobre alfombras de flores,
que no quiero despertar.

No quiero más amaneceres
en mitad de la noche, no más
flores cortadas en su plenitud, no más
secretos. Explosión de jardines.

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Cada mañana, cada baile

Se levantaba cada mañana con ganas de cambiar su mundo. Abría las manos y ofrecía su debilidad. Encajaba los golpes con una sonrisa y una lágrima. Una sola; no se permitía derramar ninguna más.

Luchaba por exterminar la hipocresía de su casa. Con cada salida del sol desayunaba recuerdos de caricias y, una vez saciada, se disponía a mirar a los ojos a cualquiera que quisiera crecer, como ella.

La evolución era ligera, frágil y transparente. Y su mirada de luz diurna la exponía, la opacaba, la mostraba a los que estaban listos para ver. Con ojos inmensos, pozos de amor.

Durante el día ordenaba las mentiras que escuchaba, y una a una las escondía bajo la alfombra. Había mentiras diminutas, que como gotas de mercurio trataban de escabullirse de entre sus manos.

Encontraba mentiras complacientes, suaves y esponjosas, algodón de azúcar para los oídos. Y hallaba también mentiras fuego, mutantes engendros nacidos de la rabia interior, de la lava de todos los proyectos fallidos, de todas las ansias sin resolución, de todos los días gastados sin amor. Piedras duras e incómodas, algunas de ellas bellas, brillante atracción. Otras, ordinario carbón.

Y así, ya toda las piedras del día bajo sus pies ordenadas, se dispuso a bailar sobre ellas hasta hacerlas desaparecer. Y se contorneó, invocó al abrazo de nube en una danza fugaz, meció el viento con sus pies desnudos, y bailó, bailó, bailó. Bailó hasta caer sobre el silencio de las piedras. Bailó hasta desfallecer en su nueva verdad.

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Mujer, día y noche

Llegó el día en que el espejo no alcanzaba,
tan lleno de risas estaba.
Rebosaba la felicidad como río de plata.

Llegó la noche sublime de luz infinita,
sueños de hielo embravecido.
Ceguera sorda de los mil colores.

Llegó la mujer, una criatura sin rostro,
y se miró en el espejo vivo.
Deseó ser feliz con esas migajas.

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Hoy no es mi cumpleaños

Recuerdo mi último cumpleaños,
la ilusión infantil hecha añicos.

Me contagié de un aliento viciado,
del derrumbe de unos ojos en vilo.

¿Sabes cuántos años cumples?
Los suficientes para seguir esperando.

«Es un día como otro cualquiera»,
pensé al dejar mi sonrisa entreabierta.

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Puerta al pasado

El pasado aparece
si llamas a su puerta.
Se levanta perezoso
mientras hincha sus venas.
No tiene prisa,
él siempre estará ahí.
Dispuesto a arruinar
el día presente.

Mira esa flor, dice,
¿ya no recuerdas su aroma?
Golpea mi puerta
y te enseñaré su alma.
Firma donde te señalo
y te regalaré estas piedras.
No llores más, niña,
tu vida pasada te vela.

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