Te libero

Te libero, corazón mío.
Bate al ritmo de las olas,
sonríe a las gaviotas,
adéntrate en lo más frío.

Ya aprendiste suficiente,
suelto los hilos de la cometa,
sube todo lo que puedas
hasta quemarte lentamente.

Aquí yace tu recuerdo,
un altar con tu olor y sueños,
una puerta hecha con ventanas
abiertas a los nuevos vientos.

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En la playa

Llevan ya dos horas,
toalla con toalla,
un silencio enorme de mar.
Sin rozarse los cuerpos.

Él se gira, la mira,
guarda su pesar
junto a la crema solar.
Ella ignora las gaviotas.

Por fin ella habla,
las gafas de sol asienten
y él deja una piedra
sobre el ombligo de ella.

Sonríen.

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La boca del infierno

La luna le acompaña
cuando cae la tarde.
La naturaleza sufre
el roce de su piel.

El alma se detiene
al borde del acantilado.
No es en esta vida
que se lanzará al mar.

Mientras, las olas gimen
en su sed de cuerpos.
Invocan la tormenta,
el palacio demente.

Las gaviotas en el rojo
rasgan las nubes, picotean.
Recuerdan el falso amor
escondido en las rocas.

Ya asoman las estrellas,
chispas en la noche eterna.
Ya se retiran en desorden
el viento, el mar y la muerte.

La boca del infierno quedó
muda y hambrienta.

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Día con mar

Sueños sin dientes
Palabras sin eco
La lluvia que espera
Que acabe el asueto

Dulces los ojos
De cacao y almendra
Duermen sin pausa
Se aleja el espejo

Somos un día con mar
Susurro de sirenas
Gozo para las gaviotas
Embate de olas insomnes

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Ausencias

Cada cierto tiempo, el mar deja de supurar por sus heridas. Es cuando da la bienvenida al dulce río y a las lágrimas de los navegantes. Entrelaza sus corrientes y barre el fondo abisal.

El mar, panza arriba, mira el Sol, y lo desafía con su brillo de espejo. Guiños, verdades, mentiras que las gaviotas toman como señal. Hay que lanzarse. No se puede vivir de espaldas al mar.

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