Llevan ya dos horas,
toalla con toalla,
un silencio enorme de mar.
Sin rozarse los cuerpos.
Él se gira, la mira,
guarda su pesar
junto a la crema solar.
Ella ignora las gaviotas.
Por fin ella habla,
las gafas de sol asienten
y él deja una piedra
sobre el ombligo de ella.
Sonríen.