Vida diamante

No necesitaré ruedas
para alejarme del miedo.
No necesitaré alas
para cubrir estos anhelos.
Ya están mayorcitos,
y el abismo con su ceguera les mostrará el camino.

El hilo que nos unía
perdió uno de sus cabos.
La vida diamante
volverá a su meteorito.
Lo tenso no sabe morir,
ni los vivos sabremos nunca arrancarnos el corazón.

De todos los insultos
recordaré los que callaste.
Así todos los besos
hallarán su espejo deformador.
Cóncavos y convexos, los sexos beberán gasolina hasta saciarse.

Nota mental: mojemos todas las cerillas.

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El camino

El camino llegaba
hasta donde no alcanzaba la vista.
Sutilmente nítido,
como filo recién cortado de cristal.

Me atrajo su lejanía,
su intocable y pulcra serenidad.
Me adentré en él,
esperando conocer al que lo creó.

Caminé como brisa,
besando cada paso en su cavidad.
¿Cuánto falta?, pregunté.
Mucho aún, ahora debes regresar.

Recogí pues cada beso
mientras desandaba mi corta vida.
Me venció la curiosidad
y volteé para ver mi sombra al final.

Y no encontré nada ya,
ni huellas ni camino, solo restos de mis ansias de verdad.

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Rojo por besar

Ella esperaba la muerte
de aquella barra de bar.

Él traía el rojo carmín
de otros labios por besar.

Despojados de dueños,
dos almas a negociar.

La luz de sal abrazaba
sus miedos y felicidad.

Esclavos de sus manos,
la luna quisieron tocar.

Quién paga, quién cobra,
quién sufre al no amar.

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Paisaje carnal

Una foto es una inundación.
Esa, en concreto, expiación.
Grises los tonos, los perfiles,
Procesión de almas sin rumbo,
Paisaje de carne.
Una vuelta a lo por repetir,
Un regreso a los pocos miedos.
A la altivez de la felicidad,
Al embrión de dos manos en flor.

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Esta ciudad

Esta ciudad me duele en cada poro,
en cada mirada perdida, en cada beso furtivo.

Esta ciudad me quema los pasos,
la figura de esqueleto bajo mi floreado vestido.

Esta ciudad recuerda sus campos,
su anillo de compromiso verde, su no destino.

Esta ciudad se esconde en el humo,
tras el maquillaje de las aceras y cuchicheos del vino.

Esta ciuda me alimenta el Eros,
engorda mis contradicciones, me convierte en niño.

Esta ciudad juega con mis miedos,
parpadeo en su luz infinita, lloro su río.

Esta ciudad se tragará sus escudos,
su visión de neonato, su saludo de gato frío.

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