Y llegaste, torbellino de piel y viento,
arrasando los prejuicios y los errores,
volviendo agua los muros de las cuevas,
descendiendo al mar las plegarias de otro tiempo.
Y escalaste esta montaña de miedos,
piedra sobre piedra, mano sobre mano,
para pintar una nueva luna plena de colores
a imagen del arcoíris atrapado en una lágrima.
Y hablaste un lenguaje nuevo e indómito,
lleno de música en cascadas de silencio,
banda sonora de una paz que acalló los lamentos,
esos testigos sagrados del paso del tiempo.
Y estiraste los límites para medir nuestro abrazo,
inmenso, incontenible de sueños y profecías,
gozoso en la demora, exultante de esperas y ocasos.
Y aquí estás: sueño, cascada y viento en mi mano.