La casa del mar

Un abanico de pinos
perfuma sus muros blancos.
Hay redes en el emparrado.
Caen flores, uvas, frenesí.

Los cangrejos se aventuran
al confort del algodón.
Sobre la cama, el frescor.
Arañas tejen sueños de sal.

La casa tiene heridas
abiertas por cuatro vientos.
El mar ruge, y su nana,
aquieta la subida del mar.

Share Button

La sombra del lago

En el filo de la ventana
que no corta la carne
sino el viento entre fuera y dentro.

Planto la barrera de luz
frente a cielos estrellados
y manos que no saben qué agua besar.

La naturaleza aplaude lejos,
se sacude las gotas de amor
y moja el sudario de tierra yerma.

Sobra una hoja en mi pelo,
vuela de mí hasta su muerte,
donde las vírgenes lloran sus hijos.

La sombra del lago convexo es
niña, mujer, anciana de plata,
tumba de todo lo que hizo y ya olvidó.

Share Button

La boca del infierno

La luna le acompaña
cuando cae la tarde.
La naturaleza sufre
el roce de su piel.

El alma se detiene
al borde del acantilado.
No es en esta vida
que se lanzará al mar.

Mientras, las olas gimen
en su sed de cuerpos.
Invocan la tormenta,
el palacio demente.

Las gaviotas en el rojo
rasgan las nubes, picotean.
Recuerdan el falso amor
escondido en las rocas.

Ya asoman las estrellas,
chispas en la noche eterna.
Ya se retiran en desorden
el viento, el mar y la muerte.

La boca del infierno quedó
muda y hambrienta.

Share Button