En el filo de la ventana
que no corta la carne
sino el viento entre fuera y dentro.
Planto la barrera de luz
frente a cielos estrellados
y manos que no saben qué agua besar.
La naturaleza aplaude lejos,
se sacude las gotas de amor
y moja el sudario de tierra yerma.
Sobra una hoja en mi pelo,
vuela de mí hasta su muerte,
donde las vírgenes lloran sus hijos.
La sombra del lago convexo es
niña, mujer, anciana de plata,
tumba de todo lo que hizo y ya olvidó.