Sueños sin dientes
Palabras sin eco
La lluvia que espera
Que acabe el asueto
Dulces los ojos
De cacao y almendra
Duermen sin pausa
Se aleja el espejo
Somos un día con mar
Susurro de sirenas
Gozo para las gaviotas
Embate de olas insomnes
Sueños sin dientes
Palabras sin eco
La lluvia que espera
Que acabe el asueto
Dulces los ojos
De cacao y almendra
Duermen sin pausa
Se aleja el espejo
Somos un día con mar
Susurro de sirenas
Gozo para las gaviotas
Embate de olas insomnes
Cuando viste de negro ella es toda pupila. La luz se arremolina en torno a sus brazos, masajea su cabeza y la pinta de siete colores cambiantes y conocidos.
Ella guarda sus manos en los bolsillos del pantalón. Sus membranas de paz se perderían entre la multitud.
Duerme con el reflejo del sol en la mesilla de noche. Gira el arco y la flecha apunta directa a las pesadillas que están por nacer.
Ella conoce el veneno que apacigua los ojos. Habla entre pausas de diafragmas antiguos.
Tiene el alma vieja de sufrimientos refractarios y destila un dulce irisado invisible a ojos mortales.
Los rayos luminosos de algún Dios intentan opacar su libertad, pero ella es el iris que nada ve pero todo colorea de amor.
Ella fue dolor permeable. Ahora juguetea con la posibilidad de ser pensamiento sin memoria en las alturas indefensas de nubes y mares.
Mírate, no busques más. Ella está ahí contigo sobre la fría piel irisada del espejo.
Que levanten la mirada los tímidos.
Que paren de hablar los cínicos.
Que se bajen los que ya llegaron a la cima.
Que amen los que aprendieron a pestañear.
Que silben los que hierven la sangre.
Que se mueran los fantasmas.
Que me callen con un beso.
Que canten los latidos y sus pausas.
Que sean felices los días sin noches.
Que me nublen la mirada los que lloran.
Que pesquen sueños de mis venas.
Que sean los que no están.
Que me abran de un portazo.
Que salga volando esta soledad.
Que me desveles con un abrazo de cenizas.
Que me muerdas los porqués.
Que descansen los sofás.
Que me pierdas y te encuentres.
Que sí porque no existen los quizás.
Que me dejen un yo nuevo sobre la mesilla.
Que respiren hasta que los pulmones se encharquen.
Que ya porque no serás tú.
Tan poco tú.