Padre

Padre, llevo muchos días
queriendo besar tu nombre.
Tu memoria me desgasta
la risa y la alegría.

Padre, no puedo vivir más
perdonando a un fantasma.
Te veo en todas partes,
mas no en las pupilas de lo amado.

Padre, escucha el torpe
grito del hilo de sangre.
Desenreda esta lluvia de sombras,
sopla en el remolino del viento.

Padre, borra ese círculo
perfecto que nos amordaza.
Veo ya tu débil sonrisa.
Ahora haz reír a los pájaros.

A Nicolás Pulido

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Escudo inerte

El perdón viaja a través de los siglos,
cinco, seis, diez, todos los necesarios
para pagar las deudas de sangre dormidas,
atardeceres sombríos y mágicos, olvidables.

La cadena de las almas arrebatadas al cuerpo
se irguió sobre la pirámide, altar de piedra.
Desafió los reyes, los soles, la carne sagrada,
destruyó la creencia en un mundo justo.

La guerra comienza cuando se muestran los escudos,
la gloria la alcanzan los hijos de los vencidos,
sangre de una sangre perdida, lujuria de tesoros escondidos:
plumas, oro, verdes y rojas piedras brillantes en el pico.

Nadie suelta el puñal hasta que la luna pide clemencia,
hasta que los ríos bombean sangre en la diástole de la polis.
Surcos en la memoria, siembra de conquistadores.
Pido perdón por las muertes a traición, por mi escudo inerte.

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Perdón

Hoy quiero pedir perdón.
Perdón por todos los abrazos que llegaron con retraso.
Perdón por esta transparencia de cantos afilados.
Perdón por esconder agujas entre las risas.
Perdón por cargarle un pasado ligero a un futuro precoz.
Perdón por mi falta de humildad y mi maldad acolchada.
Perdón por este sorbete de lágrimas de un solo gusto.
Perdón por amar sin manual de instrucciones.
Perdón por la angustia que sembré en los amaneceres.
Perdón por este cansancio sin fecha de caducidad.
Perdón por tropezar sin haber piedras en el camino.

Pido perdón y me responde el eco.
Y me perdona porque es eterno.
Y me perdono por no ser perfecta.
Y le perdono por ser el mayor de los dones.

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Hay

Hay una lluvia de sol que no me moja.
Hay un paso que no quiere dejar huella.
Hay un camino que se me aparece en sueños.
Hay una caricia en el alma que quema las yemas.
Hay un segundo sin dueño que no quiere pasar.
Hay una palabra que se crea entre dos bocas.
Hay una sinfonía que pone música a mis miedos.
Hay un dolor que crece en soledad.
Hay un perdón que no quiere arrodillarse.
Hay un abrazo que abarca todo mi universo.
Hay una visión que enarbola tu bandera.
Hay un horizonte que perdió su norte.
Hay un día que sueña ser eterno.
Hay un amor que se hace fuerte al llorar.
Hay una posibilidad que habla con las paredes.
Hay un tú que no piensa en mí.

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Sin filtro

Fantasma caliente.
Arena en los ojos.
Libro de sal.

Fue esta noche que soplé y el viento se retiró a su morada invernal.
Fue que viví y el castillo de días se desplomó.
Fue que amé y las guerras ondearon su bandera roja de muerte.

Simple como el mar.
Amable como el sol.
Duro como piedra de catástrofe.

Fue un rayo de noche el que me despertó.
Y el fuego primigenio leyó las líneas de mi mano.
Fue porque nací que no me olvido de ser.

Madre lejana.
Acúname.
Padre mío. Perdónate.

Fue el remordimiento el que volcó la paciencia.
Fue un abrazo el que desató las ganas.
Es la misión que incumplo la garantía de no llegar jamás al horizonte.

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