Pecho desnudo

Este pecho es un páramo tranquilo.
Sopla el viento recio sobre la tierra
que se endureció tras morir el verano.

Un solitario perro corretea en círculos.
No hay sombra que le abrace,
su dueño le devolvió la libertad salvaje.

Su hocico huele la tormenta.
Anhela encontrar un lecho de sombras
o por lo menos una casa bajo unas ramas.

Llega el ruido, el rayo, la palabra.
Agacha la cabeza, retuerce las orejas.
Está solo, libre e indefenso frente al grito.

Ojalá conociera la plegaria adecuada,
mas de su boca solo ladridos nacen.
Y Dios nunca entendió de quejas sin amo.

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Torbellino

Y llegaste, torbellino de piel y viento,
arrasando los prejuicios y los errores,
volviendo agua los muros de las cuevas,
descendiendo al mar las plegarias de otro tiempo.

Y escalaste esta montaña de miedos,
piedra sobre piedra, mano sobre mano,
para pintar una nueva luna plena de colores
a imagen del arcoíris atrapado en una lágrima.

Y hablaste un lenguaje nuevo e indómito,
lleno de música en cascadas de silencio,
banda sonora de una paz que acalló los lamentos,
esos testigos sagrados del paso del tiempo.

Y estiraste los límites para medir nuestro abrazo,
inmenso, incontenible de sueños y profecías,
gozoso en la demora, exultante de esperas y ocasos.
Y aquí estás: sueño, cascada y viento en mi mano.

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