Descubrir, aprender, saber

Hoy descubrí que el ruido
es el arrullo del silencio.
Que las prisas son el mejor
abono para nuestras raíces.

Aprendí la vulnerabilidad
que nos hermana con las flores.
Que el agua es la sed pura
de la nube en mi puerta.

Hoy supe que los muros de piel
son los más difíciles de derrumbar.
Que los árboles tienen cosquillas
y los besos no dados pesan más.

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Salta

El camino que desciende al mar es escarpado. Tanto que te convertirías en gaviota solo para besar un instante esa furia espumosa. El cuerpo se paraliza y se clava en la tierra rojiza. No hay escaleras al cielo tampoco. El salto podría ser mortal. La carne se hace niño, miedo, placenta y cordón. Las raíces son pocas y gruesas. El promontorio aguantará otra embestida de olas. Cierras los ojos, el norte baila en tus oídos. Silba, pita, grita todo tu ser. Nunca serás uno con el mar.

Salta.

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Pájaros en la cabeza

Me llega un grito de lejos,
de la tierra amordazada
que un día olvidó cómo carcajear.

Se resquebraja el espejo
al golpear la flor dormida
el sueño de los que olvidaron su muerte.

Recordamos, y somos menos
ya las raíces enclavadas
en la memoria perdida de nuestros padres.

Desando oscuros senderos.
Un grajo brilla en su huida,
alumbra la vereda nocturna al ayer.

El final, umbral de secretos
viejos, carne en estampida.
Claveles, rosas, puños rojos al atardecer.

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Naufragio

De putas se visten las ramas desnudas del bosque,
de meretrices las raíces olvidadas de la memoria,
expuestos quedan los pezones morados de la violencia,
y ahogadas dudarán las penas al leve roce de las yemas.

Son soledad todos estos intentos por compartir felicidad,
demostraciones de invalidez mortal, a veces tan inmoral,
a veces tan cuajadas de sonrisas, siempre la duplicidad.
Anhelo del corazón por naufragar en islas no desiertas.

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La piel de la nube

Hoy una nube me cambió de forma
Me iluminó de amarillos y naranjas las pupilas
Encendió mis farolas y apagó el atardecer

Hoy mi savia corre más lenta
Me crecieron ramas en las raíces y
La navaja escribió sobre mi piel: «eres un cielo»

Hoy la muerte me dijo «tenemos que hablar»
Escupió un falsete sobre mi corazón olvidado
En un baúl de memorias, panteón de dolor

Hoy los galgos inflaron sus costillas
Orgullosos de oler nubes mandarina
Tesoro de polizones de esta hundida ciudad

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