Una sonrisa

Una sonrisa es una pared.
En la pared crecen musgos, hiedras y pájaros.
En ese muro la lluvia y sus problemas resbalan suave.
Sobre la cal mojada la risa del sol se refleja. Brilla y carcajea.

¿Vienes a quebrar la pared?
¿Vienes a abrir ventanas como dientes?
¿Vienes a airear esos ojos con tus vientos?

Llega, pues.
Pinta la máscara con trampantojos de cielo.
Haz invisible la nube en el mar de risas.
No hay muro que resista el peso del mundo.
Es difícil no enamorarse de lo que oculta una pared.

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No, nada, nadie

Sonríes frente a la pantalla.
Sin alma.
Ya sabes que es solo un muro.
Te miro.
Asciende mi risa y estalla.

Hace semanas que sientes de más.
Y, joder,
no, nadie parece enterarse.
Neblina,
fantasma en el jardín de atrás.

El cielo te roza las pestañas.
No llores.
Hoy tu corazón se paralizó.
Respira.
Quiebra esa defensa mañana.

Si quieres nos desgastamos acá.
Profundo.
En la intersección de vacíos.
Ligeros.
Desbordándonos, locos sin atar.

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Furia serena

Lo más fácil es perderse fuera,
lo más lógico es no sufrir,
lo más lúcido es estar loco.

Por ti, por mí, por lo que queda,
desatemos nudos al reír,
vivamos con menos, con poco.

No son estas palabras condena,
tal vez furia serena, un elixir
que nos libere en reposo.

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Jaula de estrellas

Picoteo la noche
como pájaro enjaulado.

Engullo estrellas
que derriten mis entrañas.

El fuego del universo
no sabe de relojes.

La duna gira a medianoche,
el cielo regresa a su cero.

Nuestras manos se entrelazan,
escriben un firmamento sin faltas.

En el principio y en el final,
la vida dentro, la vida quema.

Todo late en el espacio fuera,
un corazón caverna de desiertos y penas.

Pintemos los barrotes de azul nube,
miremos el abismo con la risa en las manos.

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Padre

Padre, llevo muchos días
queriendo besar tu nombre.
Tu memoria me desgasta
la risa y la alegría.

Padre, no puedo vivir más
perdonando a un fantasma.
Te veo en todas partes,
mas no en las pupilas de lo amado.

Padre, escucha el torpe
grito del hilo de sangre.
Desenreda esta lluvia de sombras,
sopla en el remolino del viento.

Padre, borra ese círculo
perfecto que nos amordaza.
Veo ya tu débil sonrisa.
Ahora haz reír a los pájaros.

A Nicolás Pulido

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