Antes que el mundo

Antes que el mundo se hiciera,
tú ya estabas en mi piel.
Mi amor esperó siglos
para convertirse en tu guía y tu luz.

Antes que el mundo se dividiera
ya éramos un abrazo eterno.
Y estoy aquí para recordarte
la perfección de tu mano en la mía.

Antes que el mundo se durmiera,
los sueños ya florecían
entre las ramas secas
de un pasado deshojado de albas.

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Escudo inerte

El perdón viaja a través de los siglos,
cinco, seis, diez, todos los necesarios
para pagar las deudas de sangre dormidas,
atardeceres sombríos y mágicos, olvidables.

La cadena de las almas arrebatadas al cuerpo
se irguió sobre la pirámide, altar de piedra.
Desafió los reyes, los soles, la carne sagrada,
destruyó la creencia en un mundo justo.

La guerra comienza cuando se muestran los escudos,
la gloria la alcanzan los hijos de los vencidos,
sangre de una sangre perdida, lujuria de tesoros escondidos:
plumas, oro, verdes y rojas piedras brillantes en el pico.

Nadie suelta el puñal hasta que la luna pide clemencia,
hasta que los ríos bombean sangre en la diástole de la polis.
Surcos en la memoria, siembra de conquistadores.
Pido perdón por las muertes a traición, por mi escudo inerte.

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A cubierto

Pónganse a cubierto
Los vivos y los muertos
La balanza lleva trucada siglos
Y así seguirá

Seamos livianos, imprescindibles
Hagamos un fuerte sin bandera
Desempolvemos los puños en alto
Del baúl de nuestros ancestros

Pongamos en peligro el horizonte
Despertemos los sueños
Hay que espabilarlos, hacerlos realidad
Azotarlos hasta arrancarles sonrisas

El rescate empieza por nosotros
Quememos las naves y velas
Nademos hasta naufragar lo vil
Surquemos la tierra hasta morir

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Labios como almohadas

Que un homenaje nunca fue tan sentido, ni unas ganas tan derrochadas. No se puede negar.

Que ya no hay sombras porque somos todo luz. Que estamos dentro del túnel y ahí nos mojamos.

Que el dolor es guardián de estas cuatro esquinas y nos lame las heridas con fauces abiertas y ojos cegados.

Que somos bellos cuando nos escondemos sobre las nubes. Y qué rápido nos quiere buscar la tierra.

Que es todo tan lento y los besos tan veloces.

Que el sueño nos vela las manos cruzadas y la arritmia de todo lo que palpita.

Que los nombres nos suavizan los huesos y nos liman los recuerdos furtivos.

Que te quedas dentro aunque abra la ventana de par en par. Que me respiras los techos del alma.

Que no es nuevo. Que es añejo este amor. Que llega cansado de vagar los siglos y los océanos.

Que quiero dormir y tus labios son mi almohada.

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