Caracola de ciudad

Soy una caracola de ciudad sobre un tejado efímero. Dispuesta a todos los que desean escapar de la urbe. Nacarada al tacto, mis arrugas son imperceptibles muescas del paso del tiempo entre mano y mano. Un desahogo gigante, una oreja descomunal, sirviente callada, una geisha occidental.

Quien me tiene bien aferrada se moja el pensamiento en mi mar interior, un lago salado con oleaje de salvación. Quien me apoya sobre su almohada navega en sueños al escuchar mi crepitar de burbujas.

Aquí dentro el silencio es utopía, el agua nunca descansa. En mi forma de caracola soy inmortal.

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Caras

Caras que miran caras que miran un muro

Caras en un espejo de baño sin marcas de rouge

Caras planas, caras conectadas a una fuente de luz

Caras que abandonaron mil veces la dieta del amor

Somos caras baratas, desechables, sustituibles

Caras nómadas, vagabundas entre el alma y el cuerpo

Caras sedientas de rostros que las definan

Somos caras y es lo único que nos queda en pie

Caras en mutación, caras en crisis de identidad

Caras sin reconocer, como hijos sin destino

Caras torpes que se volvieron bosque de ciudad

Caras, dobles máscaras

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Sierra pequeña

Vuelvo a sentarme bajo la mimosa. No queda una sola baldosa entera sobre la que apoyar mi recuerdo humeante.
El anillo de mis meriendas es ahora un nido de hojas. Casa de nadie.
Mi mirada serpentea por el camino hacia la cueva del agua maldita. Ésa en la que osar introducir mi mano consistía el reto del día.
Arañas, lagartijas, abejorros me saludan de regreso a su mundo abandonado.
Paseo mi mano entre los dedos pegajosos de la adelfa. Frente a mí el suelo que ya no riego, el árbol con mi nombre que no quiso crecer.
Del otro lado, el óxido pinta un grafiti abstracto sobre la cal que ya no es blanca.
Las rejas protegen este fortín de memorias de ojos profanos. Invitan a pasar de largo y bordear sus ángulos.
La vida está detrás, entre los olivos de cortezas sagradas. Una pugna por sobrevivir entre piedras y tierra dura.
Un alcornoque destaca cual atalaya silenciosa. Ofrece sus ramas fuertes, de abrazo o columpio.
La muerte trepa por él. La vida desciende de mí. Nos encontraremos en esa nube clara.

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Cuatro esquinas tiene mi molde

Con una piel tan transparente que se pueden ver las pocas fuerzas que me quedan.
La sangre sonríe al cruzarse en el camino con el amor.
Saluda, agita la mano, se deja ver, destapona la cabeza de avestruz del suelo que piso.
Dentro de nada se pudrirá todo menos este cristal.
Conseguiré unas alas para volar y las estrenaré en el abismo de luz que nos separa.
Una mirada triste vale más que mil lágrimas, supongo.
Hoy despierto al desorden de los factores que altera el producto de mi presente.
Una rima que desdibuje el destello de tu mirar enamorado.
Voy en dirección opuesta y no uso protección, ni casco, ni lógica de pensamiento.
Un Dios Crono kamikaze descendiendo la pendiente.
Seguir huyendo hasta que el infinito me alcance y me bese los labios con ternura.
Olas de paz, tormentas de bienestar y un yo más fuerte.
Suspiro, gimo, lloro en el baño todo lo que no pude llorar en mis vidas pasadas.
Todo pasa. Las flaquezas piden turno al enterrador.

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Magia

Tú y yo creamos magia.
Hacemos desaparecer el mundo a nuestro alrededor. Abrimos las ventanas del alma cuando hace frío. Murmuramos nuestros nombres cuando la multitud grita. Nos perdemos en esta ciudad y naufragamos con sigilo. Anudamos las manos a nubes que escapan.
Cegamos los pozos con nuestras risas. Reverdecemos el desierto con nuestro sudor. Nos deleitamos en las horas que el resto engulle y escupe. Escondemos el odio en el pliegue de los sexos. Inventamos un asilo para las caricias abandonadas.
Nos equivocamos y borramos las yemas de los dedos. Pintamos una sonrisa arcoíris sobre los funcionarios sombríos. Nos enamoramos de la unión del día con la noche que nos atraviesa la piel. Nos besamos el corazón y despavorida la envidia huye.
Tú y yo somos magia.

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