No soy víctima de esta sociedad,
pero esta suciedad me impregna el alma,
ciega mi coraje de crecer,
de ser humana sin aparentar.
Quien lo pone difícil es
ese ardor, esa rabia necia,
nacida de un útero inútil
mientras hilvano mis labios y callo.
Como la corriente del océano
que anhela la fugacidad del río,
así el agua dulce envidia el vaivén del mar.
Y en su encuentro
hay estrépito,
mas no felicidad.